medicina
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Havidol es el nombre de un medicamento creado específicamente para combatir la enfermedad del Desorden de Déficit de Atención al Consumo y Atención Social Disfórica (DSAC-DAD, por sus siglas en inglés). Pero lo que sorprendió a su inventor, el artista australiano Justin Cooper, fue el alcance real de este  al encontrarse en la calle a gente que no sólo alegaba tener los síntomas de la enfermedad, sino que estaba dispuesta a comprar la medicina para aliviar su sufrimiento: el problema es que ni el Havidol ni el DSAC-DAD existen, pues fueron creados precisamente para parodiar y demostrar el alcance de la mercadotecnia y la manipulación de la gente. Durante la exhibición de la falsa campaña de publicidad en una galería de arte en Nueva York, que incluía anuncios de televisión y panfletos apócrifos, muchos de los asistentes se convencieron de la autenticidad del producto y los síntomas descritos, parecidos a los del estrés pero con un enfoque en el consumo de bienes materiales. Aquí su sitio de internet y uno de sus comerciales:

De la misma manera, existen infinidad de periodistas y cronistas cuyas descripciones de los efectos de cualquier droga ilegal en el organismo van de lo idealista a lo absurdo; sus crónicas son auténtica ficción, desinformando a la gente. Llama la atención el trabajo de aquellos reporteros que han «experimentado» los efectos de las «drogas auditivas», uno de los fraudes más conocidos en este tema.

Pero en el cine y literatura, emparentados con el ya mencionado Havidol y algunos reportajes en periódicos y revistas, existen sustancias que han dado pie a historias extraordinarias. Estas son mis cinco favoritas:

5. Snow Crash. «¿Es una droga o una religión», pregunta uno de los personajes. «¿Cuál es la diferencia?», le contestan. Esta sustancia, que le da nombre a la novela de Neal Stephenson (1992), tiene una función doble; es un virus de computadora que infecta los equipos provocando su colapso –snow crash es el término para referirse a una máquina deteriorada-, que a la vez puede destruir el sistema nervioso de quien la consume.

4. Ablixa. El director Steven Sodenbergh tiene una trilogía de películas bien documentadas sobre los negocios y prácticas de las grandes farmacéuticas y el mundo de la investigación médica; The Informant! (1997), Contagion (2011) y Side Effects (2012). En esta última el Ablixa es el antidepresivo que sirve como detonante del extraño comportamiento de la protagonista. Aquí está la página oficial de este medicamento. Este es un comercial.

3. NZT-48. Esta no sólo ayuda a la concentración, sino aprovecha al máximo el potencial de la mente. Protagonista de la película Limitless (2011), es una droga experimental con efectos secundarios devastadores.

Aquí uno de sus comerciales:

2. Can-D/Sustancia D. Philip K. Dick creó una extensa farmacopea para sus historias, de las que escogí sólo dos. El primero es el Can-D, hecho a base de un liquen psicoactivo oriundo de Titán, cuyos usuarios son básicamente mineros de las colonias espaciales, cuyos efectos «varían de acuerdo con la capacidad creadora» del consumidor, comparada, cómo no, con la religión. Inventada para su novela «Los tres estigmas de Palmer Eldritch» (1964), tendría un símil en el alucinógeno sustancia-D de la novela ‘A Scanner Darkly’ (1977).

1. Soma. La droga de ficción por excelencia, aparecida en un «Un mundo feliz» (1932) de Aldous Huxley.  Se trata de una sociedad donde sus habitantes DEBEN ser felices, así que este alucinógeno es la solución. Usado durante los rituales donde predomina el baile, nada menos que en otra alegoría con la religión, es suministrado por el gobierno para tener a todos contentos; si uno está feliz, ¿necesita pensar en otra cosa? -por ello nadie se mete con el alcohol y los cigarrillos–.

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